16 marzo 2010

HOMENAJE AL MAESTRO

Mayte Tudea.

En estos dos últimos días he leído varios de los artículos dedicados a Miguel Delibes con motivo de su muerte.
Resulta un tanto sospechoso que siempre que desaparece una figura de renombre se la ensalce con tanto fervor, mientras en los años previos a su fallecimiento ha permanecido en el mutismo más absoluto o en una indiferencia lacerante. Aunque el refrán resulta algo tosco, mi abuela solía repetir: “después del burro muerto, la cebada por el rabo”.
Hace muy pocas semanas comprando un libro para regalar a un amigo, me encontré con “El hereje” –que aún no había leído-, y lo compré para mí mientras pensaba: “éste va a ser su último libro.
No puedo perdérmelo”. Y en su lectura estoy. En ese castellano preciso, riguroso, desprovisto de adornos, en ese lenguaje sencillo y directo que llega a la médula de los sentimientos y de los hechos que quiere relatar.

No he leído toda su obra, pero sí recuerdo sus novelas y la impresión que en su momento me causaron. Desde “La sombra del ciprés es alargada”, “El camino”, “La hoja roja”, “Mi idolatrado hijo Sisi”, “Cinco horas con Mario”, “Diario de un cazador”, “Los santos inocentes”, y “Señora de rojo sobre fondo gris” –no sé si la enumeración lleva el orden correcto porque estoy recurriendo a mi memoria-, hasta la que tengo en mi mesilla de noche “El hereje”, todas ellas me han proporcionado un gran placer, y también, en ocasiones, me han obligado a recurrir al diccionario para entender alguna palabra que yo desconocía y que Delibes rescataba del castellano más puro y empleaba de un modo certero.

Todo esto, referido al autor. Como persona, siempre que lo han entrevistado en televisión o en los periódicos, me ha parecido que el hombre era la continuación del escritor, o a la inversa.
Sencillo, austero, directo y algo parco. Un amigo común, que pasaba las vacaciones en el pueblo de Sedano con Delibes, añadía a estas virtudes la de la humildad. Mis hijos guardan algunos libros dedicados por él como un tesoro.

Sus “Cinco horas con Mario” me sorprendieron e impresionaron, y “Señora de rojo sobre fondo gris” me conmovió. Es el mejor homenaje impreso a su mujer muerta prematuramente.

El hombre se ha ido, pero nos queda el escritor y su obra. Y ellos permanecerán. Descanse en paz.

15 de Marzo de 2009.

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