12 abril 2009

UN PEQUEÑO HOMENAJE A ANTONIO MACHADO.




Es frecuente que las personas a las que nos gusta la poesía tengamos un poeta preferido –a veces, uno entre muchos- y que ese autor sea especial para nosotros; bien porque fue el primero al que leímos, o bien porque lo descubrimos en un momento de nuestras vidas en que nos llegó al corazón y nos marcó para siempre.


A mí me ocurre con Antonio Machado. Cuando cumplí trece años me regalaron una antología suya. Entonces no estaba preparada para valorar la profundidad de sus versos, pero me encadilaron la sencillez de los mismos y la armonía de su música.


Aprendí muchos de ellos de memoria y hoy los podría recitar de "carrerilla" –creo que sin equivocarme apenas-, a pesar de que han transcurrido cincuenta años.


Siendo ya adulta, al releer "Galerías", "Soledades", o "Campos de Castilla", he comprendido mucho mejor el sentimiento que encierran, la soledad que emanan, la tristeza que respiran. Y sin embargo, no es igualable a la emoción que me transmitieron la primera vez que los leí.


Esa primera vez, ese descubrimiento, esa pérdida de la virginidad ante la poesía, aquella conmoción adolescente que me produjo uno de entre tantos de sus versos, no se ha vuelto a repetir. Y rememoro la tarde de verano en que tendida a la sombra de un árbol, repetía en voz baja, ante el libro abierto, aquél poema:


"Fue una clara tarde del lento verano..

tú venías solo con tu pena, hermano,

tus labios besaron mi linfa serena,

y en la clara tarde dijeron tu pena.

.

Dijeron tu pena tus labios, que ardían,

la sed que ahora tienen, entonces tenían"



Y ese recuerdo, me permitió bosquejar una modesta semblanza poética de Machado, nacida a "trompicones" la pasada semana en la propia clase de Literatura, mientras estudiábamos y trabajábamos con este autor:


"Fue su niñez aroma a limonero,

patio florido, cantarina fuente,

ensueños que crecieron en la mente,

del bardo torpe, tímido y austero.

.

Su juventud, Castilla, tan rotunda,

Castilla miserable, ayer brillante,

esa Castilla que alumbró al amante,

y le inflingió la herida más profunda.

.

Leonor, tan niña, fue toda su vida,

indeleble su huella, inabarcable,

una huella patente y demostrable,

que perduró en el alma dolorida.

.

Su regreso a Baeza, a Andalucía,

las clases, la rutina, el desencanto,

tristeza permanente, seco llanto,

devenir implacable de los días.

.

Y al fin Guiomar, amor tan imposible,

fue renacer de fénix ya maduro,

otra vez el amor, tan puro y duro,

amor tardío, amor inasequible.

.

El destierro cruel causó su muerte,

dos Españas le hirieron sin medida,

y sin España, adiós dijo a la vida,

fue destino fatal, fue triste suerte.

.

A través de escondidas galerías,

de caminar profundas soledades,

¿dónde hallaste poeta tus verdades?

¿encontraste por fin tus alegrías?"



MAYTE TUDEA.

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