POEMA DE ANTONIO MACHADO

A José María Palacio

 

Palacio, buen amigo,

¿está la primavera

vistiendo ya las ramas de los chopos

del río y los caminos? En la estepa

del alto Duero, primavera tarda,

¡ pero es tan bella y dulce cuando llega!...

 

¿Tienen los viejos olmos

algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas

y nevados los montes de las sierras.

 

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,

allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas

entre las grises peñas,

y blancas margaritas

entre la fina hierba?

 

Por esos campanarios

ya habrán ido las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,

y mulas pardas en las sementeras,

y labriegos que siembran los tardíos

con las lluvias de abril. Ya las abejas

libarán del tomillo y el romero.

 

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos

de la perdiz bajo las capas luengas,

no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riveras?

 

Con los primeros lirios

y las primeras rosas de las huertas,

en un tarde azul, sube al Espino,

y al alto Espino donde está su tierra…

 

 

Este poema de Antonio Machado, pertenece a la segunda etapa poética del libro Campos de Castilla. Fue escrito desde Baeza, con un paisaje bien diferente, un año después de la muerte de Leonor, su joven esposa. En el paisaje castellano: sus tierras, sus gentes, sus tradiciones…, cobra todo su valor como autor de la Generación del 98; pero observamos que, más que describir el paisaje, éste sirve como soporte para expresar sus íntimos sentimientos.

Está dedicado a José María Palacio, amigo del poeta y periodista soriano.

Cuando Machado pregunta a su amigo, no podemos decir con propiedad que estemos ante las denominadas interrogaciones retóricas pues, en teoría, estamos ante una epístola y el poeta espera respuesta a las preguntas.

Estamos ante una de las combinaciones métricas favoritas de este poeta: la silva arromanzada. Versos endecasílabos y heptasílabos combinados al arbitrio del poeta y con la rima del romance.

En la descripción de la primavera Soriana que nos "pinta" Machado aparecen múltiples epítetos para señalar, y sobre todo remarcar el sustantivo al que acompañan. La mayoría de esos epítetos son notas de color explícitas: grises peñas, blancas margaritas, mulas pardas. Aparte hay otras notas de color implícitas: hierba (verde), nevados (blanco), cigüeña (blanco y negro), ciruelos en flor (banco rosáceo)…

Todos estos elementos que describe el poeta son esperables en la primavera castellana, sin embargo nos llama la atención el contraste "viejos olmos/ hojas nuevas".¿Será que Machado se esconde tras ese viejo olmo y espera que surja algo nuevo en su vida? Puede ser; en otro poema titulado "A un olmo seco", también aparece esa imagen, aunque más matizada ("mi corazón espera…/otro milagro de la primavera").

El poeta destaca la llegada de la primavera, la transformación que lleva el paisaje, sobre todo en su flora y en su fauna.

El tiempo es un tema esencial en la poesía de Machado que aparece a través de símbolos. No está, sin embargo ninguno de ellos presente en este poema. El autor a través de la evocación de la primavera Soriana, marco de su amor con Leonor, parece querer recuperar el tiempo; pero no se deja llevar por el pesimismo, nos habla de ese tiempo en pasado y usa con frecuencia el adverbio de tiempo ya. Este adverbio actualiza sus recuerdos haciéndose lentamente presente.

Como otros poemas de Machado, está cargado de temporalidad; la suave belleza que imagina el poeta está basada en el recuerdo de otras primaveras pasadas al lado de Leonor. El poeta le recuerda a su amigo que a Leonor le gustaba la primavera, paseaban juntos por los campos Sorianos, va a hacer un año de su muerte…y le pide, en modo imperativo a su amigo que le lleve a "su tierra" (el Espino, el cementerio) las flores que a ella tanto le gustaban: lirios y rosas. En el fondo se trata de un poema intimista y no meramente descriptivo, a pesar de las abundantes notas de color.

 

Maruja Quesada Martín

Abril 2009