Enrique
Granados y Campiña (Lérida 27 de julio de 1867- Canal de
la Mancha, 24 de marzo de 1916), fue un compositor, pianista y pedagogo vinculado
a los movimientos modernistas.
Hijo de padre cubano y de madre gallega, su disposición
para la música se reveló ya en su niñez. Estudió los primeros elementos de
solfeo y teoría en su ciudad natal pasando poco después a Barcelona, donde
entró en la Escolanía de la Merced. También
recibió lecciones de piano y armonía.
En 1887 se traslada
a París, para estudiar; en la capital francesa vivió con su amigo el
pianista Ricardo Vinyes. Regresó a Barcelona en 1889, donde dio un memorable
concierto en el Teatro Lírico. En 1892 obtuvo un nuevo triunfo como concertista
y como compositor al dar a conocer sus tres primeras Danzas.
Como pianista fue excelente colaborador de grandes
violinistas así como de notables
pianistas, con los que interpretó composiciones escritas para dos manos.
En 1910 envió sus composiciones para piano Goyescas al pianista Montoriol
Tarrés, que residía en París y que entusiasmado con ella, la divulgó y
consiguió que se organizara un concierto dedicado íntegramente a él el 4 de abril
de 1914.
El éxito fue
rotundo y constituyó la consagración del joven compositor. A raíz de este
concierto le fue concedida la Legión de Honor y recibió del director de la
ópera de París, el encargo de convertir
las Goyescas en ópera, para su representación en París.
Enrique Granados puso manos a la obra y concluyó la
partitura sobre un libreto de F. Periquet; pero estalla la guerra mundial
y el proyecto se vuelve irrealizable.
Desde Nueva York, recibe una propuesta por parte de un
editor musical para representar la obra. Granados acepta y se traslada a
América con su esposa.
La representación de Goyescas, efectuada en el
Metropolitan el 28 de enero de 1916, constituyó un gran éxito y Granados fue
invitado por el presidente de los Estados Unidos para tocar en la Casa Blanca.
Esta circunstancia fue causa de que el compositor perdiera el transatlántico
que había de volverle a España. Cumplido su compromiso, no quiso esperar la
salida de otro buque español y embarcó para Inglaterra. Allí, tomó el
"Sussex", el cual, a poco de zarpar, fue torpedeado y hundido por un
submarino alemán. Granados y su esposa murieron ahogados.
La noticia causó
sensación; en Barcelona, en Lérida, en París, en Nueva York, se le tributaron
homenajes póstumos.
Además de Goyescas
se deben a Granados, entre otras, las
siguientes obras: Bocetos, 12 Danzas españolas, Piezas sobre cantos populares, Valses poéticos, Madrigal, la ópera María del
Carmen (1898), Follet, Picarol, Liliana (sobre textos de Apel·les Mestres), una nueva serie
de Danzas Españolas, Sardana, Rapsodia aragonesa, El Pelele,
El canto de las estrellas (para
piano, coro y órgano).
Enrique Granados fue además un notable pedagogo;
de la academia de música que en Barcelona llevaba su nombre salieron muchos de
los mejores pianistas catalanes de estos últimos tiempos
Fue un
extraordinario intérprete de la música popular hispánica, a la que estilizó con
su alto sentido poético y su fina intuición.
Las Doce danzas españolas, Op. 37 para piano son una serie de doce piezas pianísticas compuestas por el compositor Enrique Granados Se desconocen las fechas exactas de composición de cada una de ellas, si bien se cree que fueron escritas entre 1892 y 1900. El propio compositor declaró que la mayoría son de 1883 (cuando contaba 16 años). Cabe la posibilidad de que, por otro lado, escritas en fechas tempranas, fuesen perfeccionadas más tarde por Granados, lo cual haría compatibles dos de sus cualidades: por una parte, su sencillez de escritura, lleva a pensar que son obras de juventud; por otra parte, la maestría, la elegancia y el dominio rítmico indicarían que estamos ante un compositor maduro. Estas danzas constituyen una gran aportación a la música nacionalista española para piano del siglo XIX, siendo Goyescas su máximo exponente.
El video que publicamos
es la danza nº 5 denominada “Andaluza”, interpretada con guitarra por un gran
maestro como fue Andrés Segovia en 1959. Creemos que, aunque esta composición
está escrita para piano merece la pena recordar esta interpretación.
Nuni Yáñez y José
Ramón Vega
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