31 julio 2014

CINE DE VERANO

         Existe una suave experiencia en volver a ver cine en un cine de verano. Algo me empuja el ánimo a sentarme ante la pantalla del cine Delicias de Córdoba, al aire libre, en este feroz julio en llamas. Es un gozo que moviliza las láminas de la memoria y me trae recuerdos de una época en la que hay más verdad en los sentidos que en la lógica.
Es la oscuridad la que me lleva a aquellos días en los que al niño le surgían los primeros amores. Los labios apretados de la jovencita que te besó, la mirada furtiva para tocar lo imposible, la tempestad de besos en que se convirtieron los latidos de un corazón desbocado, el crujir de las sillas, la nube de humo del cigarro de los mayores, la lagrima cierta si el que llora es uno mismo, el encanto de ser adulto porque lo importante te sucede ya en la madrugada.
            Y luego ella. Con la que fuimos infieles en la memoria y generosos en el olvido. La madre como bayeta. Nunca te dije que aún recuerdo la luz de tu beso cuando ibas a mi habitación. Nunca te dije que, cuando me levanto, siempre me golpeo con una de las cuatro esquinitas que tiene mi cama. Nunca te dije que por la mañana hay veces que siento la vida algo pesada, ya ves, y creo que es porque he dado el estirón. Para ti fueron todos los "después" y todos los "luego", la conversación del monosílabo y la distancia de la prisa.
            Qué tarde me he dado cuenta que, de las cosas que dejaba sin hacer, lo de menos era la cama. Que siempre te dije nunca. Y nunca te dije siempre. Y es que vivimos en un lupanar de neones y actuamos igual que esos despiadados que se van nada más descargar dejando la cama tibia.
            Te dije que otro día en vez de hoy. Te dije que la comida estaba sosa en vez de levantarme a por la sal. Sin embargo nunca te dije que fuiste la persona que me enseñó el mar. Y la que me abrazó aquella primera vez que tuve miedo. La que veló mis noches de fiebre, la que con mano entrañable extendía en mi pecho el Vick VapoRub.
Recordaré a partir de ahora el pasado que me queda por delante. Y aunque no te lo pueda dar, comeré de ese pastel de doce letras donde diga lo que he venido a decirte: gracias madre.

Nono Villalta, julio 2014



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