Artículo
aparecido en la revista de Amaduma nº 58 de abril de 2025.
Yo no he necesitado nunca que me
animaran a leer porque, desde que supe unir las letras y entender su
significado —a una edad muy temprana—, la lectura ha sido mi mayor disfrute y,
sin duda, el más completo. Sin renunciar a otros: cine, teatro, televisión…
Cuando llegó a mis manos “La ciudad y
los perros”, la primera novela de Mario Vargas Llosa —fallecido hace unos días—,
su manera de utilizar el lenguaje me produjo una auténtica conmoción. Se
expresaba en una lengua común a la mía que, sin embargo, me costaba descifrar
en algunos momentos. Tuve que recurrir, en ocasiones, al diccionario para
conocer el significado de ciertas palabras. Fue escrita y reescrita varias
veces, rechazada por muchas editoriales, y publicada al fin por la editorial
Seix Barral gracias a la ayuda decidida de su dueño, el intelectual Carlos
Barral, quien sostuvo una larga lucha con la censura hasta lograrlo.
La forma experimental de relatar en “La
ciudad y los perros”, me resultó extraña y, sin embargo, fascinante y llena de
realismo. Conociendo un poco la vida de Vargas Llosa se puede calificar de
autobiográfica. Después le siguieron otras muchas novelas— salvo las dos últimas
que no conseguí terminar— y en mayor o menor medida todas me “engancharon” o me
dejaron sorprendida y admirada. Aquellas en las que se sumerge en el ambiente
de su Lima natal son, para mi gusto, las más logradas aunque la calidad de las
restantes no debe ponerse en duda.
De su extensa obra destacaría: “La casa
verde”: una revolucionaria manera de narrar, “La tía Julia y el escribidor”:
novela aparentemente menor aunque una verdadera delicia, “Conversación en La
Catedral”: para mí su mejor creación; la más profunda e inteligente crítica
política y una durísima reflexión sobre el poder, y, por último, “La historia
de la niña mala”, otro retorno a su Perú natal y otro disfrute sin paliativos.
Todas estas lecturas y otras muchas de
variados autores me han empujado a seguir leyendo, a alimentarme de historias
ficticias que por obra y gracia del talento de quienes las escribieron me han
parecido, en muchas ocasiones, más reales que las que nos sirven, día a día,
los periódicos, las radios o las cadenas de televisión. De ese modo la afición
fue derivando en vocación. Convertirse en “escribidora” es otro modo distinto
de gozar la literatura, dando forma a personajes e historias imaginadas que a
veces nos sobrepasan y vuelan por sí mismas, o toman cuerpo en las palabras. Esta
es otra magia: la de la escritura.
Como homenaje a Vargas Llosa —uno de
los mejores exponentes del boom latinoamericano— he de recordar que a lo largo
de su vida ha recibido infinidad de distinciones, nombramientos “honoris causa”
en las más prestigiosas universidades del mundo y los premios más importantes
que puede anhelar un escritor. Amén de otros muchos, le han concedido: el
Príncipe de Asturias, el Cervantes y el Nobel. Un triunvirato difícil de
emular.
Mi admirado Mario, descansa en paz.
Mayte Tudea
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.