23 mayo 2025

LA LITERATURA ¿AFICIÓN O VOCACIÓN?

 

Artículo aparecido en la revista de Amaduma nº 58 de abril de 2025.

 

Yo no he necesitado nunca que me animaran a leer porque, desde que supe unir las letras y entender su significado —a una edad muy temprana—, la lectura ha sido mi mayor disfrute y, sin duda, el más completo. Sin renunciar a otros: cine, teatro, televisión…

Cuando llegó a mis manos “La ciudad y los perros”, la primera novela de Mario Vargas Llosa —fallecido hace unos días—, su manera de utilizar el lenguaje me produjo una auténtica conmoción. Se expresaba en una lengua común a la mía que, sin embargo, me costaba descifrar en algunos momentos. Tuve que recurrir, en ocasiones, al diccionario para conocer el significado de ciertas palabras. Fue escrita y reescrita varias veces, rechazada por muchas editoriales, y publicada al fin por la editorial Seix Barral gracias a la ayuda decidida de su dueño, el intelectual Carlos Barral, quien sostuvo una larga lucha con la censura hasta lograrlo.

La forma experimental de relatar en “La ciudad y los perros”, me resultó extraña y, sin embargo, fascinante y llena de realismo. Conociendo un poco la vida de Vargas Llosa se puede calificar de autobiográfica. Después le siguieron otras muchas novelas— salvo las dos últimas que no conseguí terminar— y en mayor o menor medida todas me “engancharon” o me dejaron sorprendida y admirada. Aquellas en las que se sumerge en el ambiente de su Lima natal son, para mi gusto, las más logradas aunque la calidad de las restantes no debe ponerse en duda.

De su extensa obra destacaría: “La casa verde”: una revolucionaria manera de narrar, “La tía Julia y el escribidor”: novela aparentemente menor aunque una verdadera delicia, “Conversación en La Catedral”: para mí su mejor creación; la más profunda e inteligente crítica política y una durísima reflexión sobre el poder, y, por último, “La historia de la niña mala”, otro retorno a su Perú natal y otro disfrute sin paliativos.

Todas estas lecturas y otras muchas de variados autores me han empujado a seguir leyendo, a alimentarme de historias ficticias que por obra y gracia del talento de quienes las escribieron me han parecido, en muchas ocasiones, más reales que las que nos sirven, día a día, los periódicos, las radios o las cadenas de televisión. De ese modo la afición fue derivando en vocación. Convertirse en “escribidora” es otro modo distinto de gozar la literatura, dando forma a personajes e historias imaginadas que a veces nos sobrepasan y vuelan por sí mismas, o toman cuerpo en las palabras. Esta es otra magia: la de la escritura.

Como homenaje a Vargas Llosa —uno de los mejores exponentes del boom latinoamericano— he de recordar que a lo largo de su vida ha recibido infinidad de distinciones, nombramientos “honoris causa” en las más prestigiosas universidades del mundo y los premios más importantes que puede anhelar un escritor. Amén de otros muchos, le han concedido: el Príncipe de Asturias, el Cervantes y el Nobel. Un triunvirato difícil de emular.

Mi admirado Mario, descansa en paz.

Mayte Tudea


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