Artículo de Javier Prieto Troncoso, Investigador Universidad de Vigo en
Endocrinología y Fisiología del Ejercicio. Miembro del Instituto de
Investigación Sanitaria Galicia Sur., Universidade de Vigo. Publicado en la
revista digital The Conversation.
“Si pudiéramos dar a cada
individuo la cantidad correcta de ejercicio, ni muy poco ni demasiado,
habríamos encontrado el camino más seguro hacia la salud”.
Esta frase se le atribuye a Hipócrates,
considerado el padre de la medicina en el mundo occidental. Su reflexión nos
hace entender la importancia que ha tenido siempre el ejercicio físico para el
ser humano.
En la salud y
en la enfermedad
Y es que el ejercicio siempre ha estado
ahí. Sabemos desde hace mucho tiempo que las personas que lo realizan de forma
regular disfrutan de una buena salud. También que estos individuos activos
enferman menos, y que si caen enfermos, se recuperan antes. Sin embargo, solo a
partir de las útimas décadas hemos empezando a entender realmente su poder.
Antes, el hecho de sufrir una patología era
motivo de excluir el ejercicio. El reposo era la regla general. Ahora sabemos
que un paciente no solo puede, sino que debe ponerse en movimiento para tener
una recuperación mejor y más rápida. Esto ha roto todos los moldes.
Esto abre muchísimas posibilidades, ya que
hablamos de una herramienta barata, fácil de usar y muy efectiva. Con ella
podemos mejorar el pronóstico de la mayoría de enfermedades.
El poder de los músculos
Además, hemos empezado a entender desde una
perspectiva científica el porqué de su eficacia. El músculo no es solo el motor
de nuestros movimientos: se trata de un órgano complejo con funciones reguladoras
y metabólicas.
De hecho, resulta un actor tan importante en la regulación del
sistema endocrino que cuenta con sus propias hormonas: las mioquinas.
Estas hormonas tienen un efecto generalizado en el organismo, desde el sistema endocrino al inmune,
pasando por el cerebro.
Beneficios
palpables
Tres formas
de moverse para mantener la salud
Cuando hablamos de ejercicio físico,
tendemos a meter todo en el mismo cajón. Sin embargo, los tipos de actividades
que podemos incluir en nuestro día a día y que nos van a traer beneficios para
la salud pueden dividirse en estas categorías:
·
Deporte. Baloncesto, judo, tenis, atletismo… El deporte no solo es
una forma fantástica de ocio activo, sino que también nos va ayudar a
mantenernos en forma y cuidar nuestra salud. Es importante tener en cuenta que
si nunca lo hemos practicado y queremos empezar, posiblemente antes necesitemos
un acondicionamiento físico para evitar lesiones y molestias.
En
general, la práctica regular de cualquier disciplina deportiva va a venir bien
para nuestra salud. Se ha demostrado que el hecho de empezar a moverse ya reduce la mortalidad. Lo importante es la constancia y que
disfrutemos con ello.
·
Actividad
física. Engloba todo el
movimiento que realizamos a lo largo del día, sin objetivo concreto. Es el
resultado de desplazamientos o de tareas domésticas o similares.
El gran
paradigma es caminar. Acumular pasos diarios constituye una manera excelente de reducir la mortalidad por todas las causas. Como objetivo deberíamos marcarnos entre
5 000 y 10 000 pasos diarios, acercándonos todo lo posible a los 10 000.
·
Ejercicio
físico. Se refiere a aquella
actividad que sí está organizada para conseguir una adaptación biológica
concreta y mejorar la condición física. Se ha demostrado que tanto el entrenamiento de fuerza como
el ejercicio aeróbico son buenos para la salud. De hecho, se pueden combinar ambos para
maximizar sus efectos positivos.
Es la máxima que debe llegar a toda la
población: hay que hacer ejercicio físico siempre, adaptado a nuestras
circunstancias y situación personal, pero siempre. Incluso estando enfermo.
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