Muchas
e importantes zonas del territorio español están sufriendo el duro azote de una
atroz sequia. De otoño a primavera no llovió
lo suficiente para llenar los embalses y ahora, en pleno verano, las
posibilidades de precipitación son muy reducidas, salvo por el noroeste
peninsular. La principal y grave consecuencia de esta penosa e intensa falta de
agua es la aridez que sufren y soportan los cultivos, dificultando su
crecimiento y encareciendo notablemente los productos procedentes del campo. En
numerosos municipios, los alcaldes decretan drásticas medidas para ahorrar el
consumo de agua. De hecho, algunas administraciones públicas ya reservan fondos
económicos para la construcción de necesarias desaladoras del agua de mar.
Paradójicamente, cuando llegue la inminente estación otoñal, los terribles y
cíclicos episodios de ”gota fría” en la zona
mediterránea provocarán torrenciales aguaceros, con las consiguientes y
destructivas inundaciones por el desbordamientos de algunos ríos. Las
alteraciones producidas por el cambio climático, para peor, ya no están por
venir. El cambio climático está entre nosotros, a consecuencia de la impericia
y desatención de los humanos con respecto al medio ambiente y al escasamente
sensato tipo de vida en el que nos hemos acomodado.
El
muy grave problema de los ciclos de sequía “trae de cabeza” no sólo a los
dirigentes políticos y administradores públicos, sino al conjunto de toda la
sociedad. La atmósfera nos está respondiendo con esta árida crudeza, que va a
condicionar nuestra vida en los próximos años. No olvidemos de que el agua
forma parte fundamental e inalienable de nuestra propia existencia.
Muy
preocupante la sequía HÍDRICA, sí. Pero
paralelamente a la misma, hay otras “sequías”,
dentro del cuerpo social, de no menor gravedad. Repasemos algunas de estas
carencias (son muchas y variadas) que entorpecen y alteran la mejor convivencia
entre los ciudadanos.
Sequía de FALTA DE CONCORDIA, para resolver los problemas sociales. No sólo entre las agrupaciones y partidos políticos, sino también entre la propia ciudadanía. Nos referimos a esa inteligente e inexcusable negociación y cesión, tan necesaria en las partes discrepantes, para lograr inteligentes acuerdos que resuelvan los básicos y urgentes problemas colectivos.
Paralelamente
a la anterior, destacamos otra sequía de falta de
TOLERANCIA, lo que deriva en un cuerpo social plagado de radicalismos y
posturas maximalistas, irreductibles y excluyentes, contra las opiniones,
repuestas y comportamientos ajenos. Es como decir que todo el que no piense y
actúe como yo, lo considero como “rival” o incluso “enemigo”.
Sequía de VERDAD, lo que provoca, cada vez más, la difusión del
imperio de la manipulación, la tergiversación y el engaño. Acomodarse en la
falsedad y en las medias verdades provoca esa asfixia de la convivencia, en
donde al final triunfa una inquietante crisis de inquietante incredulidad. Nos
hemos habituado a no decir la verdad, tal vez por prudencia, por miedo, por
interés, por maldad o por pueril egoísmo. Periódicos, televisión, radio y los
dirigentes sociales, todos ellos deberían hacer un profundo examen de
conciencia, acerca de cómo se va perdiendo el áureo valor de la verdad.
Sequía de LIMPIEZA. Es una realidad manifiesta, repetida
mil y una vez: son los ciudadanos, o una parte de ellos, quienes ensucian la
ciudad o la localidad que todos compartimos. Parece que unos pocos pueden más
que el resto de la colectividad. Los servicios públicos de limpieza pueden ser
más o menos eficaces. Pero mientras la educación cívica no se desarrolle en el
ámbito familiar, escolar y social, nuestro entorno próximo carecerá de la
necesaria e imprescindible limpieza, dejando mucho que desear la descuidada materialidad
sobre la que convivimos.
Sequía de IGUALDAD, especialmente en las agrestes épocas
de crisis económicas, que afectan a países, regiones, barrios y personas. En
estas difíciles épocas carenciales, los ricos son más ricos y los pobres aún más
pobres. Esas imágenes de pateras y modestas barcazas, luchando en las aguas de
los mares para acercarse a las sociedades “desarrolladas”, nos debería hacer
reflexionar y actuar a favor de esos grupos y países más necesitados, material,
sanitaria y educativamente.
Y
hemos dejado para el final, esa lacerante sequía de
PAZ. Continúa tozudamente entre nosotros, como un pobre y vergonzante
elemento constitutivo de la naturaleza humana, el diabólico recurso a la guerra,
como absurdo medio para resolver los conflictos entre las naciones. Cruentas guerras
que provocan muertes, destrucción, inmenso dolor y desesperación,
principalmente entre los más débiles de la sociedad. Los ingresos impudorosos
de las industrias armamentistas siguen creciendo. A pesar de encontrarnos en el
2023 y hemos tenido muchos siglos para el aprendizaje y la reflexión, el
sistema de la violencia bélica continúa absurdamente persistiendo, como
conocemos desde principio de los tiempos. Seguimos, siguen sin aprender y
aplicar el inexcusable valor de la paz.
Como
conclusión hay que manifestar que las “sequías” no
son buenas. Todo lo contrario, ya que reflejan carencias que lastran la
convivencia entre los humanos y su positiva relación con la naturaleza.
Provocan, en definitiva la degradación de las personas, en sus múltiples
facetas. La sequía hídrica es muy grave, no cabe la menor duda, pero las otras ”sequías”,
aquí brevemente comentadas, no son menos importantes y cuya significación debe
ser objeto permanente de reflexión y acción para la rectificación y el impostergable cambio “purificador”. –
José L. Casado
Toro
Septiembre
2023
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