Estamos atravesando
un camino de adioses demasiado repetido en estos últimos meses. Rafael, María
Elena, Manolo. Alguno de estos compañeros se han ido, unos de improviso y si
explicación, y otros en un tiempo tan breve que apenas nos ha permitido asumirlo.
Ayer se
marchó Andrés. Aunque era la crónica de unas muerte anunciada durante largos
meses, de una lucha cruenta con la que mantuvo un áspero desafío, al fin se
dejó ir buscando esa paz que merecía y que sospecho estaba deseando. A su lado,
compartiendo minuto a minuto los malos momentos, estaba Fina, con la misma
entrega y fortaleza que lo hizo en los buenos.
Andrés era una persona muy singular y lo sigue siendo, porque
mientras permanezca vivo en el recuerdo no se habrá ido.
Hombre de
fuerte carácter y duras convicciones, defensor a ultranza de sus ideas -siempre
en el margen izquierdo, siempre con los desfavorecidos-, escondía un alma
tierna que dejaba entrever en muchas ocasiones. Su mayor virtud: entrar por
derecho. Pensara lo que pensara, sostuviera lo que sostuviera, lo hacía con
firmeza, sin concesiones, pero de frente y con nobleza.
Tuvo la
magnífica idea de crear este blog y lo llevó durante largo tiempo con
inteligencia, que le sobraba, y buen tino. En este blog, precisamente,
mantuvimos un enfrentamiento por un artículo que yo publiqué y que le llegó al
núcleo más hondo de sus querencias: los sindicatos. Tras la virulenta llamarada
escrita, las aguas volvieron a su cauce y nunca más volvimos a recordarlo.
Adiós,
Andrés. No he querido verte deteriorado, ni decrecido, prefiero recordarte como
el hombre fuerte y cabal que fuiste. Si tu cenizas vuelven a la tierra, me
gustaría que dieras vida a un roble fuerte y erguido, al que como a ti, nunca
se pueda doblegar.
MAYTE TUDEA.