“Hay siglos en los que uno no está para nada”. No sé a quien se le atribuye esta frase que los demás mortales suelen rebajar notablemente en cuanto a duración, y dicen: “Hay años... o días.., en los que uno no está para nada”.
Esta expresión se utiliza comúnmente, bien cuando se está deprimido, o si se suceden varios hechos negativos y se van encadenando sin apenas darnos un respiro. Una amiga mía, en situaciones similares, emplea un término más castizo: “Hija, parece que me hubiera mirado un tuerto”. Ignoro de donde parte esta convicción, aunque supongo que tendrá su origen en aquello relacionado con que alguien te ha mirado mal; el supersticioso pensará en el “mal de ojo”, y de ahí a “encasquetárselo” al pobre tuerto porque “mira con un solo ojo”, apenas queda un paso. Vamos, pienso yo.
Ahora bien, y ¿cuándo los acontecimientos positivos se enlazan unos con otros y te llegan varias cosas buenas de golpe, como se denomina? ¿”Tener el viento de cara”, o como decía mi abuela “estar en gracia”?
Bueno, pues también en las circunstancias favorables los seres humanos sentimos un temor parecido a cuando nos son adversas. ¿Cuánto durará la racha? nos preguntamos. La racha mala y la racha buena. Recelamos si la primera ha de alargarse mucho, y si la segunda terminará por irse pronto, porque sabemos por la experiencia que hemos ido acumulando a lo largo de los años, que la vida de una persona está compuesta por esas “ráfagas racheadas” que nos traen buenos o malos vientos; aquellos que nos facilitan el camino, o que por el contrario nos lo dificultan, y, a veces, incluso, intentan derribarnos.
En la naturaleza, y en los “mapas del tiempo” que tratan de explicarnos el porqué se producen estos fenómenos, la separación entre las isobaras y la procedencia del flujo del aire y del punto cardinal en el que se origina, bien sea del Norte o del Sur, etc., determina si vamos a padecer una ola de frío o de calor; al menos, en mi pobre conocimiento sobre esta materia, así he creído entenderlo.
Pues bien, en la vida, aunque no siempre, también existe un “mapa de acontecimientos”. Lo bueno, generalmente, llega después de haberlo trabajado mucho y con insistencia, y lo malo, por culpa de los errores que cometemos, incluso involuntarios, añadido a las “circunstancias orteguianas” de las que a veces no somos responsables.
Lo importante es saber que las “rachas” pasan siempre, las buenas y las malas. Hay que aprender a disfrutar al máximo de las positivas, y en las negativas, tener la seguridad de que “tras la tempestad, llega la calma”, aunque la “calma chicha”, la verdad, resulte un poco aburrida.
Esta expresión se utiliza comúnmente, bien cuando se está deprimido, o si se suceden varios hechos negativos y se van encadenando sin apenas darnos un respiro. Una amiga mía, en situaciones similares, emplea un término más castizo: “Hija, parece que me hubiera mirado un tuerto”. Ignoro de donde parte esta convicción, aunque supongo que tendrá su origen en aquello relacionado con que alguien te ha mirado mal; el supersticioso pensará en el “mal de ojo”, y de ahí a “encasquetárselo” al pobre tuerto porque “mira con un solo ojo”, apenas queda un paso. Vamos, pienso yo.
Ahora bien, y ¿cuándo los acontecimientos positivos se enlazan unos con otros y te llegan varias cosas buenas de golpe, como se denomina? ¿”Tener el viento de cara”, o como decía mi abuela “estar en gracia”?
Bueno, pues también en las circunstancias favorables los seres humanos sentimos un temor parecido a cuando nos son adversas. ¿Cuánto durará la racha? nos preguntamos. La racha mala y la racha buena. Recelamos si la primera ha de alargarse mucho, y si la segunda terminará por irse pronto, porque sabemos por la experiencia que hemos ido acumulando a lo largo de los años, que la vida de una persona está compuesta por esas “ráfagas racheadas” que nos traen buenos o malos vientos; aquellos que nos facilitan el camino, o que por el contrario nos lo dificultan, y, a veces, incluso, intentan derribarnos.
En la naturaleza, y en los “mapas del tiempo” que tratan de explicarnos el porqué se producen estos fenómenos, la separación entre las isobaras y la procedencia del flujo del aire y del punto cardinal en el que se origina, bien sea del Norte o del Sur, etc., determina si vamos a padecer una ola de frío o de calor; al menos, en mi pobre conocimiento sobre esta materia, así he creído entenderlo.
Pues bien, en la vida, aunque no siempre, también existe un “mapa de acontecimientos”. Lo bueno, generalmente, llega después de haberlo trabajado mucho y con insistencia, y lo malo, por culpa de los errores que cometemos, incluso involuntarios, añadido a las “circunstancias orteguianas” de las que a veces no somos responsables.
Lo importante es saber que las “rachas” pasan siempre, las buenas y las malas. Hay que aprender a disfrutar al máximo de las positivas, y en las negativas, tener la seguridad de que “tras la tempestad, llega la calma”, aunque la “calma chicha”, la verdad, resulte un poco aburrida.
Mayte Tudea Busto.
26 de Febrero de 2012.
26 de Febrero de 2012.