09 diciembre 2010

REFLEXIONES DE INVIERNO ( I )

Francisco Oses
Diciembre 2010

No me gusta el invierno en otoño, pero creo que tampoco a los árboles, a mi perro y a las flores que quedan. Aquí en nuestra tierra que no nos quiten la luz. Recuerdo cuando leía a Diógenes el Can…” Quiero hacer dichosa tu vida de caracol, ¿Qué quieres de mi… que no me quites el sol “.

He leído por muchos sitios que en el Sur somos muy conformistas, que con un pedazo de pan en una mano y la otra vacía podríamos repartir panes y peces

Yo con mi familia, he pasado muchos años en tierras de más frío y muchos meses del año casi no podíamos salir de casa, pero tenía su encanto. Mi mujer y yo con nuestros hijas y los gatos , nos sentábamos en la mesa camilla con un brasero de picón y contábamos nuestras cosas. Lo que había pasado en el Paseillo, lo de las monjas de las Angustias, que había nieve en los Adarves o que resbalaba en la puerta de los Siles.

El turrolate de los Diaz me gusta más que el otro y por supuesto de almendra es mejor. Castañas asadas, boniatos cocidos y asados y así pasábamos las tardes en que no había que trabajar, que la verdad es que yo tenía bien pocas y mi mujer ni digamos con cuatro hijas todas seguidas. Cuánto nos divertíamos juntos y ayudados por una televisión en blanco y negro. Recuerdo con inmenso cariño… vamos a la cama… o ven a casa por Navidad.

Las cosas han cambiado mucho. Dicen que había mas inocencia en los niños, pienso que también en los padres . En la calle nos saludábamos todos con más o menos acercamiento, pero todos. Y se respetaba a la gente, conocías a Pedro el lechero que además de muy buena persona era al padre de una compañera de mi hija Ana y que venía mucho por casa. Se llamaba Pauli. Hoy es bióloga por tierras catalanas. No teníamos vecinos al principio porque siempre hemos vivido solos, pero todos los de alrededor eran nuestros… buenos vecinos. Todos éramos amigos para lo que se necesitara. Tantos años después cuando volvemos por esa bendita tierra parece que fue ayer, nos saludamos y contamos nuestras vidas. Eso si hemos cambiado un poco. Más arrugas, menos pelo y las canas que no respetan ni a hombre o mujer.

Pero mis hijas tuvieron una infancia feliz, libre, sin vigilancia. Salían de casa al Paseillo a jugar con sus amigas sin la preocupación de los padres por la seguridad de sus hijas. Vivíamos en un primer piso y yo mi trabajo lo tenía en el bajo pero todo próximo, todo al alcance de la mano.

Cerca de casa tenían no sólo sus juegos, el paseo hasta la Fuente del Rey, Los Adarves, el Palenque, las chuches, su colegio, los cines.
Mis hijas fueron creciendo, finalizada la básica pasaron al Instituto y después comenzó la diáspora. A medida que iban cumpliendo 18 años se marchaban a estudiar fuera de casa. Eso sí, venían casi todos los sábados con los macutos llenos de ilusiones y ropa para lavar. Una detrás de otra hasta cuatro y que llegó el momento de bajar al sur.

Aquí nos reunimos todos dejando atrás pero muy cerca una tierra tan querida. La visitamos muy a manudo, pero ya no es lo mismo. Poco a poco son más largos los espacios. Aunque las carreteras han aliviado en mucho las antiguas incomodidades , otras prioridades aplazan unos viajes que cada vez se dilatan más y más.

El clima ha cambiado pero los tiempos también. Estos tiempos se han llenado de épocas. de estudios, laborales, la edad, los relevos.

Aquellas mantas gruesas, las bolsas de agua caliente, los “calientacamas”, abrigos,“saquitos” que pesaban varios kilos, todo eso se fue almacenando en los trasteros.

¿ Que los tiempos pasados fueron mejores?... yo tenía menos años, más vitalidad, obligaciones, problemas por resolver y una familia esperando y que hoy ya está situada. Pues no sé si mejores o peores. Si diferentes de los que recordando hay que aprender. Los que no se pueden echar al olvido. Hay que recordar la historia y sacar las conclusiones.

Hoy tras siete años en diferente situación laboral, tampoco es el momento de pensar si mi actuación fue o no la correcta. Lo sería sin ninguna duda y allí quedó responsable de sus consecuencias.

Del sur subimos a un norte próximo para volver a bajar hasta la orilla.

Aquí en esta orilla nos hemos reunidos todos, bueno todos y muchos más. Como las aves, un día remontamos el vuelo y ante la vista del mar hemos tomado tierra. Como las aves, nuevos polluelos han nacido a la vida. Estos un día querrán volar y lo harán buscando otros horizontes, pero desde tiempos felices y queridos.


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